Autor: Nestor Adolfo BOTTA

Vos todavía estás confundido. No tenes claro el tema. Tenes todo el derecho de no creer, pero si crees, no es como vos crees.

Dios existe más allá de que creas en él o no. Dios no deja de existir porque vos no creas o porque hayas tenido una mala experiencia religiosa, o porque te sientas engañado, o porque te sientas defraudado por algunos que se han tomado como algo personal la representación de Dios en la tierra. Dios está por encima de lo que algunas personas dicen o hacen o hicieron en su Santo nombre.

Mientras estoy escribiendo, escucho música desde el TV, en el canal de Youtube; lo mismo estaba haciendo el viernes por la mañana cuando llegó David con su compañero de trabajo, a hacer unas reparaciones que estaban pendientes.

¿Es la fe más importante que la obediencia? ¿Fue la fe de Noé, la de Abraham y la de Moisés, más grande que su obediencia?

« Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó.» Génesis 6.22

« Y se fue Abram, como Jehová le dijo» Génesis 12:4

«Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel… Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel» Éxodo 3:10, 3:13

«Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.» Hebreos 11:1

Alguna vez incumpliste con una promesa. Alguna vez alguien no te cumplió con una promesa. Si estas dentro de alguno de estos grupos, o en los dos, este post es para vos, porque si hay alguien que siempre cumple con lo que promete.

Cena de por medio con sobrina, sobrino, y esposa, surge el tema de las promesas que Dios nos hace, y salta a la mesa la ya famosa frase «lo que Dios promete lo cumple»; tremenda frase, por la simpleza, la profundidad y por sobre todo la gran verdad que dice y no esconde.

La cuestión es que esta frase me viene haciendo ruido, no tengo bien en claro desde cuando, pero justo se dió en la mesa la oportunidad del debate.

¿A donde crees que vas a ir tu?

Muchos hemos tenido este pensamiento, a tal punto de dar por hecho que nos vamos al cielo dado que somos «buenas personas» y condenamos a aquellas que por distintos motivos consideramos como «malas personas» y son las que enviamos al infierno, a que se pudran en el infierno como se suele decir.

En muchas etapas de mi vida rechace a Dios, es más en una época lo consideré como un efecto de la construcción social, algo que el hombre y la mujer ancestral y primitivos habían inventado motivo de su primitivo conocimiento, de su necesidad de un ser superior, etc.; pero jamás dejó de retumbar en mi cabeza esta idea del cielo y del infierno.

Si no crees en Dios mejor que creas en el infierno porque ahí es donde vas a ir a parar.

No es un frase hecha de libro de ciencia ficción o de un miembro de una secta que intenta captarte. Fue el propio Jesús que habló de él.

Y no te hablo del infierno en que estas metido en la tierra (drogas, prostitución, violencia, delincuencia, etc.), te hablo del infierno real donde van a ir a parar aquellos que le desobedecieron.

Tomate un par de minutos para leer y te vas a sorprender.

Repetí en voz alta:

Dios no existe.
Dios no existe.
Dios no existe.
Dios no existe.
Dios no existe.
Dios no existe, seguí repitiendo en voz alta este mantra hasta que te sientas liberado.

¿Ya lo hiciste? ¿Ya terminase?

Pablo, cómo así lo terminó conociendo el mundo, había nacido en una gran ciudad, comercial, cultural y educativamente muy activa, lo que se dice, toda una metrópolis.

Su familia, de clase media, le brindó una educación muy estricta, en valores y conocimientos, centrada fundamentalmente en los ideales de la nación a la cual pertenecían.

Poseía ciudadanía de las tres naciones más grandes para su época.

A la edad de aproximadamente los 13 años deja su ciudad y a su familia, y se dirige a otra importante ciudad para seguir con sus estudios, permanece allí por unos diez años, sólo estudiando lo que más amaba.

Es el símbolo universalmente más conocido.

Antes de Él significaba la mayor depravación a la que podía ser sometido una persona, significaba la humillación de toda una familia, significaba sufrimiento, dolor, derrota, sometimiento; era considerado como el castigo más cruel y aterrador al cual podía ser sometido un ser humano, era la peor forma de morir; en la cruz iban a morir lo peor de lo peor de las personas del imperio romano o sus enemigos.

Ver la cruz era ver la peor forma de morir. Era el símbolo del terror, el símbolo del mal.

Pero Él lo cambió en el símbolo mundial de la esperanza y la fe, y ese fue Jesús.

Jesús puede cambiar lo peor que hay en ti, por lo mejor que hay dentro de ti.