Al Cielo van los Buenos y al Infierno los Malos
¿A donde crees que vas a ir tu?
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Muchos hemos tenido este pensamiento, a tal punto de dar por hecho que nos vamos al cielo dado que somos «buenas personas» y condenamos a aquellas que por distintos motivos consideramos como «malas personas» y son las que enviamos al infierno, a que se pudran en el infierno como se suele decir.
En muchas etapas de mi vida rechace a Dios, es más en una época lo consideré como un efecto de la construcción social, algo que el hombre y la mujer ancestral y primitivos habían inventado motivo de su primitivo conocimiento, de su necesidad de un ser superior, etc.; pero jamás dejó de retumbar en mi cabeza esta idea del cielo y del infierno.
Aunque nunca fui una persona buena en forma integral, tampoco me consideraba como una persona mala, si, una persona que ha atravesado distintas etapas en su vida y que ha fluctuado entre hacer las cosas bien y hacer las cosas mal, pero en promedio, según mis propias cuentas y estadísticas, podía considerarme y calificarme como «buena persona».
En mis últimos años de mi vida, antes de conocer al Dios verdadero, me auto consideraba que era cada día una mejor persona, más buena, más comprometida, menos violenta, menos mala al menos cada día que pasaba; y por lo tanto luchaba permanentemente para ser cada día mejor y así que casi casi casi tenía el cielo ganado. No robaba, no mataba, no estafaba, no era violento, no me drogaba, cuidaba la naturaleza, ayudaba, era bueno haciendo mi trabajo, cedía el asiento en el colectivo, ayuda a un no vidente y a una ancianita a cruzar la calle, era casi siempre amable, mis amigos me querían, ¿que más quería Dios que hiciera? era casi perfecto, obviamente con algunos pecadillos escondidos por ahí de los cuales, el promedio me seguía dando = buena persona. Y así seguía mi vida, una vida tranquila, sin grandes sobresaltos, acomodada, con muchos de los grandes problemas sociales resueltos, conclusión, tenía el cielo ganado; a diferencia de aquellas malas personas que se iban a ir al infierno.
Los buenos nos vamos al cielo y los malos al infierno. Si eras un drogadicto, al infierno; si eras un asesino, al infierno; si eras un violador y abusador, al infierno; si eras un estafador, al infierno, si eras vividor y avivado en la vida, al infierno; si eras muy mentiroso, al infierno; si eras un borracho, al infierno; si eras un homosexual, al infierno; y la lista podría seguir con todos los que tienen, según este pensamiento, el infierno ganado.
Pero tengo una buena y mala noticia para darte: No es así como se define quien va a qué lugar; y la otra noticia es que esa decisión sigue siendo personal e individual; nadie te puede mandar a ninguno de los dos lados, eso lo seguimos decidiendo nosotros, pero el criterio es diferente.
Dios no creó el infierno para las personas que se portan mal, lo creo para satanás y sus secuaces (Lúcifer, que significa ángel de luz, y los ángeles caídos) que quisieron ser como él, quisieron ser él, se convirtieron en pecadores y Dios los tuvo que echar del cielo; pero resulta que el ser humano, en su totalidad, también somos TODOS pecadores, no hay ningún santo a los ojos de Dios, porque también quisimos ser como Dios y comportarnos como Dios y quedamos excluidos. Nuestro destino es el infierno, no importa que tan mala o buena persona seas a tus propios ojos o a los ojos de la sociedad. El destino que te espera es el infierno, salvo que aceptes a Jesús como tu Señor y Salvador, tu redentor.
Hace unos 2.000 años atrás nacía en la tierra Jesús, que es Dios, que es el hijo de Dios, que nació sin pecado, nació santo porque antes de ser Jesús era santo en el cielo. Vivió y murió sin cometer pecado alguno, por eso al morir e ir a donde van los que mueren, resucitó, salió de ese lugar, y por eso mismo, todo aquel que lo reconoce como Señor y Salvador, Dios Padre lo ve como santo aunque no lo sea; él dió su vida por nosotros, pagó en la cruz por nuestros pecados. No importa que tantos pecados aberrantes hayas cometido a los ojos de la sociedad, Jesús pagó por cada uno de ellos con su propia vida.
Leé la siguiente frase en forma consciente, con el corazón dispuesto, y acto seguido andá a una iglesia cristiana y congregate como Jesús nos pidió que hiciéramos, y empezá a vivir una vida en santidad.
«Señor Jesús, te necesito. Gracias por morir en la cruz para pagar por mis pecados. Te pido perdón por mis pecados y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por darme el regalo de vida eterna. Deseo cambiar y vivir una nueva vida contigo como mi Señor y Salvador , Escribe mi nombre en el libro de la vida y prometo serte fiel y justo .Gracias Jesús. Amén.»
Hechos 16:31 «Cree en el Señor Jesús y serás salvo…«
Rosario, 9/01/2024.