Al Cielo van los Buenos y al Infierno los Malos

¿A donde crees que vas a ir tu?

Muchos hemos tenido este pensamiento, a tal punto de dar por hecho que nos vamos al cielo dado que somos «buenas personas» y condenamos a aquellas que por distintos motivos consideramos como «malas personas» y son las que enviamos al infierno, a que se pudran en el infierno como se suele decir.

En muchas etapas de mi vida rechace a Dios, es más en una época lo consideré como un efecto de la construcción social, algo que el hombre y la mujer ancestral y primitivos habían inventado motivo de su primitivo conocimiento, de su necesidad de un ser superior, etc.; pero jamás dejó de retumbar en mi cabeza esta idea del cielo y del infierno.

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¡El Infierno si Existe!

Si no crees en Dios mejor que creas en el infierno porque ahí es donde vas a ir a parar.

No es un frase hecha de libro de ciencia ficción o de un miembro de una secta que intenta captarte. Fue el propio Jesús que habló de él.

Y no te hablo del infierno en que estas metido en la tierra (drogas, prostitución, violencia, delincuencia, etc.), te hablo del infierno real donde van a ir a parar aquellos que le desobedecieron.

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¡Qué No te Encuentre!

Pablo, cómo así lo terminó conociendo el mundo, había nacido en una gran ciudad, comercial, cultural y educativamente muy activa, lo que se dice, toda una metrópolis.

Su familia, de clase media, le brindó una educación muy estricta, en valores y conocimientos, centrada fundamentalmente en los ideales de la nación a la cual pertenecían.

Poseía ciudadanía de las tres naciones más grandes para su época.

A la edad de aproximadamente los 13 años deja su ciudad y a su familia, y se dirige a otra importante ciudad para seguir con sus estudios, permanece allí por unos diez años, sólo estudiando lo que más amaba.

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