Setenta veces siete son las veces que estamos llamados a perdonar.
Perdonar no es fácil y pedir perdón mucho menos, y nadie dice que lo sea; la rabia, la venganza, la ira que sobreviene, el dolor, el desconsuelo, la sorpresa, el engaño del menos pensado, el llanto que no sale, las lágrimas que riegan el piso, el corazón partido, la cabeza que explota, el alma destrozada, el cuerpo que duele; son algunas de las emociones por lo que vas a pasar, de a poco o todas juntas, que duran apenas un instante o se arraigan en lo más profundo de tu ser y cuestan borrar.
Mil imágenes se te van a venir a la cabeza, mil y una imágenes para ser más preciso, todas te dan vueltas, todas te retuercen las tripas.
Pero no dejes que nada de eso te gane, es de valientes perdonar, pero más valiente es confesar y pedir perdón.
No pongas condiciones a tu perdón, no lo limites, no lo encierres o encasilles. Perdona, así de simple, perdona sin más que la simple acción de otorgar el perdón.
Perdona, porque posiblemente el que te está pidiendo tu perdón este más roto que voz.
Tres cosas se necesitan para perdonar:
- Fe y esperanza, de que todo va a estar mejor.
- Valentía, para hacer del dolor, amor.
- Ser una persona de corazón noble.
Tres cosas se necesitan para pedir perdón:
- Ser valiente.
- Ser muy valiente.
- Ser extremadamente valiente.