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No Huyas a Madián

Desde tiempos remotos todo lo que sobrevivió de Egipto fueron las pirámides y la arena; y todo lo que va a sobrevivir en los últimos tiempos serán esas mismas pirámides y esa misma arena, el resto morirá muriendo. El que se quede en Egipto está destinado a morir muriendo.

Moisés era Moisés, cuando se paseaba, la arena y el viento se detenían, y no era para menos, era el Príncipe de Egipto, casi un Dios viviente para su pueblo adoptivo.

Moisés pertenecía al pueblo de los hijos de Israel («Un varón de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió, y dio a luz un hijo; y viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses.» Génesis 2:1-2).

La historia de Moisés es bastante bien conocida por creyentes y no creyentes. El Faraón de la época en que nació Moisés decidió mandar a matar a todos los hijos que nacieran varones de las parturientas hebreas; pero Moisés se salvó gracias a la valentía de su madre y hermana, y fue adoptado por la hija del Faraón que no podía tener hijos.

El río Nilo, donde fue depositado en una canastilla Moisés, era considerado sagrado y todos lo que salía de ese río también era sagrado; Moisés fue considerado un regalo de los dioses Egipcios para su pueblo, Moisés era especial, era un regalo de los dioses; y así vivió y creció, como el hijo de la Princesa de Egipto, con lujos y con acceso a todo el conocimiento que se podía tener en la época; pero sabiendo quien era y cuáles eran sus raíces, pues había sido criado de niño por una nana que resultó ser su madre biológica.

Cuarenta años pasó Moisés en Egipto viviendo como Príncipe, pero todo cambió y se fue de Egipto y se fue de su pueblo, que para esa época vivía esclavo en Egipto, y se refugió en tierras de Madián donde se casó con Séfora, hija de Jetro, sacerdote de Madián, y tuvieron un hijo que dieron por llamar Gersón. Otros cuarenta años pasó Moisés lejos de todo lo que conocía y de lo que era.

Moisés huyó, Moisés escapó, Moisés se fugó a tierras donde nadie lo conocía, ni su pueblo adoptivo el egipcio, ni su pueblo de sangre el hebreo. Quizás el miedo, quizás la culpa, quizás estaba cansado de todo y aprovecho la ocasión, quizás estaba angustiado de la dualidad en la que vivía, ni estaba con los egipcios, ni estaba con su pueblo hebreo, o quizás había fracasado en liberar a su pueblo hebreo de la esclavitud; pero Dios no se había olvidado de él y menos de su pueblo elegido; y Moisés un día regresó a Egipto, y un día Moisés liberó a su pueblo de la esclavitud en que vivió por cuatrocientos años.

Dios no se olvidó de vos que también una vez huiste y que todavía estás refugiado en tierras lejanas y extrañas de Madián.

Te casaste, tuviste hijos, tenes una vida tranquila y lejos de lo que una vez fuiste. Pero Dios no se olvidó de vos y te busca y te llama.

Dios te dice que todavía tienes que liberar a tu pueblo, a «mi pueblo» te dice Dios, a ese pueblo que todavía sigue esclavo, ese pueblo que si no es rescatado de las garras de la mentira, terminará por morir muriendo.

Rosario, 12 de septiembre de 2024.-

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